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| - Un capítulo del El Holder de la Liberación Mientras más leo acerca de los Buscadores, más empiezo a pensar que lo que me dijo aquél hombre fue serio. Todos ellos están fuera de alguna manera. Lo que al principio me confundió por el simple hecho de ser insociable, era mucho más que eso. Son obsesivos a la hora de buscar, y son completamente impredecibles. Ellos difícilmente confían en otros, mienten constantemente, y son a veces más traidores que generosos. Los Buscadores arriesgan sus vidas por los Objetos. “¿Thompson?” Le pregunté, acercándome cautelosamente. Asentí. Enderezó su postura.
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| - Un capítulo del El Holder de la Liberación Mientras más leo acerca de los Buscadores, más empiezo a pensar que lo que me dijo aquél hombre fue serio. Todos ellos están fuera de alguna manera. Lo que al principio me confundió por el simple hecho de ser insociable, era mucho más que eso. Son obsesivos a la hora de buscar, y son completamente impredecibles. Ellos difícilmente confían en otros, mienten constantemente, y son a veces más traidores que generosos. Sin embargo, esto no fue tan sorprendente como la tasa de rotación de los Buscadores en este sitio. Algunos de ellos eran habituales durante meses, antes de desaparecer repentinamente pocos días después de que supuestamente hubieran recuperado un Objeto. Si esa persona era muy popular, su desaparición se discutía a veces; De lo contrario, se les trataba como si nunca hubieran existido en primer lugar. La desaparición frecuente de Buscadores aquí sólo era comparable con la llegada de nuevos curiosos. Los Buscadores arriesgan sus vidas por los Objetos. Estoy conduciendo para ver al Buscador en Central Park. Sólo se identificó como Thompson, y que él podía ayudarme a encontrar a la mujer conocida como ”Nieve Blanca”. Llegué al parque poco antes del atardecer, saliendo de mi auto cuidadosamente y vigilando mis alrededores. No hay nadie que pueda ver desde aquí, a excepción de unas pocas mujeres paseando a sus perros. El silencio aquí me pone en el borde; los modales del hombre por teléfono antes habían sido espeluznantes, lo suficiente para evitar hacerme ver mi espalda. A medida que hago mi camino por la ruta en el parque, veo una sombra en un banco de éste, encorvado. De alguna manera, sé que esa es la persona correcta; el frío que corre por mi columna vertebral me recuerda a la llamada telefónica. “¿Thompson?” Le pregunté, acercándome cautelosamente. En lugar de confirmar, miró hacia arriba y preguntó: Asentí. Enderezó su postura. Estuve atrapado un rato, con la guardia baja. Le dije extrañado: Escucho, aún perplejo. Él es muy tranquilo - quizá demasiado tranquilo - pero hay un aire de inquietud en él. A pesar de que no refleja emoción alguna, se siente como si hubiera una energía peligrosa justo debajo de la superficie donde está. Hice una pausa por un momento. La calma con la que él lo dice me pone aún más inquieto. Thompson está comenzando a molestarme. Aprieto los puños un poco para dejar pasar el sentimiento. Siento que estoy listo para darle un puñetazo, o huir, pero tampoco un sentimiento prevalece sobre el otro. Estoy teniendo dificultades para mantenerme en pie, pero debo permitirle continuar. Thompson continuó: Mis nervios han tenido suficiente. Su pie se disparó y golpeó en contra de mi tobillo. Con un grito agudo, yo caí al suelo, agarrándome el tobillo, y Thompson me pisó el cuello. La fiera mirada en su rostro lo hace parecer como un perro salvaje, a punto de comenzar a echar espuma por la boca. Luché con la bota, pero mis esfuerzos fueron inútiles. Estoy a solas con él aquí, y no importa cuánto trate de gritar, sólo puedo carraspear ligeramente. De repente, levantó su pie, y se lo abrochó, mientras yo tosí y agarré mi garganta. Cuando lo miro, veo algo increíble. ¿Cómo conseguir que su cara quede empapada en lágrimas en tan poco tiempo? Se vuelve a sentar en el banquillo, y pone su cabeza entre sus manos. Llora como si acabara de perder a un familiar. Después de unos minutos de silencio, levanta la cabeza y me mira con sus ojos rojos. Todavía frotándome la garganta, lo único que todavía me mantiene pegado a este lugar es una pregunta persistente. Él me miró con una mueca amarga y llena de odio en su rostro. “Háblame de tus sueños” , me gruñó. Le digo, desconcertado. Aprieto mi mandíbula un poco, y por razones que no puedo explicar, de repente me siento enfermo del estómago. Se ríe con amargura: Continua en Cambiado Categoría:Holder
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